Por Stephen Dixon
Así que muere el gran pintor. Minutos después de su muerte los colores desaparecen de sus pinturas, los lienzos se resquebrajan y caen en pedazos, los marcos caen al suelo. Pinturas por valor de millones de dólares, acaso por valor de mil millones, se han perdido. Los curadores de los museos llaman a la policía. Coleccionistas privados de su obra…
No, muere el pintor. El grande. Eso nadie lo discutiría. Nada les pasa a sus pinturas después de su muerte. Lo que cambia es su valor. Una pintura en venta ese día con un precio propuesto cercano al millón de dólares, repentinamente tiene un precio propuesto de dos millones.
Un coleccionista de arte privado, entrevistado esa noche en la televisión, dice: “Cuando compré este cuadro rojo hace diez años por cien mil, amigos míos que conocen de esto me dijeron que pagué el doble de su valor. Hace solamente un mes un marchand me ofreció cinco veces ese monto.
Ahora con su muerte -no es que no me sienta apenado por él, como todos nosotros, y pienso si estuviera vivo y en plena salud, lo que aún podría hacer- podría obtener quizás…”.
No, muere el pintor. El grande. Casi todos los artistas y expertos en arte están de acuerdo en eso. Las pinturas que tenía en su estudio serán exhibidas este año en un gran museo europeo y luego viajarán a cinco de los más importantes museos de arte moderno del mundo, antes de ser puestas a la venta. Los herederos, para ahorrarse el pago de un estimado de cien millones de dólares en impuestos, han hecho un arreglo con el gobierno por el cual la mitad de las pinturas…
No, muere el pintor. Todos sabemos quién. El grande. El más grande o segundo más grande pintor de los últimos cincuenta años. Sin duda uno de los cinco grandes pintores del siglo. Al menos uno de los diez grandes de los últimos cien años. Definitivamente uno de los diez grandes, de este siglo, y uno de los pintores más influyentes de todos los tiempos. ¿Qué movimiento del arte moderno de los últimos sesenta años no fue influido por él? Tal vez algunos no. Ha habido tantos. Pero cinco, acaso diez de los grandes movimientos del arte en los últimos sesenta o setenta años han sido directa o indirectamente influidos por su obra. Murió mientras dormía anoche a la edad de noventa y uno. Noventa y un años y todavía pintando. La pintura en la que estuvo trabajando durante los últimos dos meses iba a ser una de las de mayor tamaño entre las suyas. Los marchands dicen que el precio propuesto para ella, aunque se encuentra apenas un poco más que a medio terminar, está alrededor de tres millones de dólares, lo cual será una de las sumas más altas pagadas por una pintura moderna si es que se vende a ese precio.
No, ha muerto. El pintor del siglo. O uno de ellos. El día que murió -él sabía que le quedaba poco tiempo, dijo su mujer- le pidió que destruyera la pintura en la que estaba trabajando. También le pidió que escribiera sus últimas palabras. Eran estas: “No he pintado ninguna de las pinturas que llevan mi firma, ni ninguna de las pinturas que se dice que son mías pero que no llevan mi firma”.
* Fragmento. Incluido en Ventanas y otros relatos
(Eterna Cadencia). Traducción: Silvia Grodek.